sábado, 4 de junio de 2011

Trabajo sobre "Ifigenia en Áulide"



La literatura desde sus comienzos,  en los mitos, siempre ha contado con los héroes. Para que estos aparezcan  es necesario que dentro de la sociedad imperante existan valores reconocidos y comunes,  ya que la sociedades engendran a sus héroes a su imagen y semejanza, o para ser más preciso, de acuerdo a la imagen idealizada que esta sociedad tiene de si misma.
Para Campbell, por ejemplo, “un héroe es alguien que ha dado su vida por algo más grande que él mismo”. Un hombre o una mujer que ha superado distintas pruebas o que simplemente ha hecho algo que trasciende las experiencias normales que un hombre común puede realizar. Es decir, detrás de cada prueba que el héroe debe superar para consagrarse como tal, es preciso que exista una conducta moral que un hombre común no pueda superar. “El héroe debe ser intachable.”
En lo que respecta al héroe griego, quien  nos interesa a los efectos del presente trabajo, podemos decir que se destaca fundamentalmente por ser un héroe guerrero. Por tal motivo al hablar de sus características en el campo de batalla, es importante tener en cuenta, por sobre todo, su valor. Para los griegos este valor personal era comúnmente conocido o conceptuado como excelencia guerrera o “areté”.
Es importante destacar además que estos héroes, (más allá de su valentía y sus habilidades sobrehumanas) no siempre cumplen con sus hazañas mediante sus propios esfuerzos. En ocasiones, sus características se ven incrementadas por la intervención de los dioses o por el favor de distintos objetos mágicos que los harán salir airosos de los peligros que los acechan. Perseo, por ejemplo, vence a medusa gracias a unas sandalias aladas y a una capa de invisibilidad que le fueron otorgadas por Hermes.
Todo héroe posee además un código de valores que debe respetar ya que (como lo dijimos al principio) los valores de cada héroe generalmente representan los valores de la sociedad. Ante esto, podemos decir entonces que este código de valores se modifica de acuerdo al tiempo y el espacio en el que el héroe se encuentre. Este código de valores está compuesto básicamente por la valentía, el honor, y el patriotismo.
A pesar de algunas imágenes que nuestra mente pueda  evocar al  pensar en  las características extraordinarias anteriormente expuestas como en los cuentos que leíamos de niños, no podemos dejar de reconocer que así como sus hazañas están cargadas de elementos excesivos, (pero necesarios para dilatar la brecha entre los hombres y los superhombres), también son excesivos en algunos héroes la soberbia, la crueldad y hasta el grado de violencia. Y es que el mundo que rodea a estos personajes está cargado de engaños, asesinatos de familiares, raptos de mujeres, y un sin fin de hechos que causan la ira de los dioses. En otras palabras, el móvil que conduce muchas veces al héroe griego a ejecutar diversos actos,  (como postula Bauzá) es la necesidad de buscar su inmortalidad a través de la fama.
Sin embargo, en la Ifigenia de Eurípides, Agamenón se presenta como un héroe distinto, más que un modelo a imitar provoca el terror y la piedad. Agamenón tensionado entre dos fuerzas cumple con su destino inevitable, enfrentándose a un conflicto de orden moral, en el que debe “elegir” entre su deber como padre o su deber como  comandante del ejército. El héroe debe tomar la decisión de sacrificar a su hija y obtener la gloria para si y para los griegos, o no hacerlo y conservar a quien ama, destruyendo su ambición de jefe y la conquista de Troya.
Este conflicto interno se presenta como eje transversal dentro de la obra y se puede visualizar en varias ocasiones. Una de ellas es el momento en que Agamenón se arrepiente de haber mandado llamar a su hija, y ordena al anciano que parta inmediatamente a donde su esposa para dejar sin efecto la orden anterior. Otro ejemplo de lo expuesto anteriormente es el constante sufrimiento (pathos) del rey de Micenas quien llega, recurrentemente, al lamento y las lágrimas.
“¡Cuan cierta ventaja ofrece la oscuridad de linaje! Pues ellos pueden llorar fácilmente y decirlo todo. En cambio para el noble de nacimiento eso es indecoroso. Tenemos a nuestra dignidad como inspectora de nuestra vida y somos esclavos de la muchedumbre. Porque ya me avergüenzo de llorar y, a la vez, me avergüenzo de no llorar, ¡pobre de mí!, caído en las más tristes calamidades.”
 De todas maneras  el móvil que moviliza al atrida es al final más fuerte que el sentimiento hacia su hija. Vemos aquí como el héroe comete el pecado de hybris y pese a las súplicas de su esposa e hija, se niega a abandonar su decisión.
“Yo soy consciente de lo que hay que lamentar y lo que no. Y amo a mis hijos. Estaría loco si no lo hiciera. Me resulta terrible atreverme a eso, mujer, pero también es terrible no hacerlo.”
El accionar trágico del héroe comienza en el momento en que Calcante, el adivino, consultando al oráculo, expone que Ifigenia debía ser sacrificada para obtener la navegación y el aniquilamiento de los frigios. Ante esto Agamenón ordena, inmediatamente, a Clitemnestra traer a su hija, bajo el engaño del himeneo con Aquiles. En este momento el héroe movilizado y enceguecido,  más por su ambición que por el pensamiento en las consecuencias para Ifigenia, cae ante el error y pone en marcha su propia caída.
Ifigenia si bien ruega a su padre para no ser sacrificada termina por aceptar su Moira. Se presenta así, claramente, como una heroína al dar su vida por la gloria de los griegos. Sabe que este acto además la llenará de gloria y que será recordada a través de los tiempos, acción anhelada por el modelo de héroe griego.
“…Todo eso lo obtendré con mi muerte, y mi fama, por haber liberado a Grecia, será gloriosa”
Sin embargo, su obediencia y sumisión constituyen dos características pertenecientes al areté femenino, lo que explicaría, tal vez, la transformación que se produce al final, en donde Artemis cambia a Ifigenia por una cierva, y le concede la gracia de convertirse en su sacerdotisa (Ifigenia entre los Tauros).
Ifigenia a diferencia de Agamenón no presenta los rasgos característicos del héroe trágico. No se visualiza en ella el pecado de hybris, no hay una caída trágica, así como tampoco una cristalización de su muerte, lo que nos lleva a pensar que no existe en ella un carácter puramente trágico. Ifigenia es solamente una víctima valiente que acepta su destino. Una doncella virgen que se transforma en heroína gracias a su valentía y a sacrificar su vida por una causa mayor.
Un hombre es más valioso que mil mujeres en la vida. Y si Ártemis quiso apoderarse de mi persona, ¿he de resistirme yo, que soy mortal, contra la diosa? Sería imposible. Entrego mi cuerpo a Grecia. ”

                                                                                                   
                                                                                                  Maximiliano San Martín

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